
“Necesitamos más ideas para el Arte Correo. Estamos dispuestos a escuchar más ideas. ¿Por qué no nos dan algunas ideas? Pero no las digan: por favor, envíenlas por correo” Ulises Carrión.
Pero ¿quién es el Gran Monstruo? El Gran Monstruo siempre está frente a nosotros, es gigantesco y enorme pero rara vez lo vemos en toda su dimensión. Es brutal, carece de cualquier escrúpulo y ruge amenazante pero lo hemos integrado tan profundamente en nuestras vidas que rara vez lo oímos, lo vemos, nos enfrentamos.
Ni siquiera Ulises Carrión (el artista parte holandés, parte mejicano de la segunda mitad del siglo XX) tuvo claro a quién se refería cuando hablada de él. Todo lo que sabía, de lo único que podia estar seguro es de que existía y nos vigilaba. También estaba seguro de que el Arte Correo era una manera de minar su existencia, de contravenirle, de eliminar esas barreras de todo tipo que nos separan los unos de los otros. Cada envío de Arte Correo significaba cuestionar al Gran Monstruo, lanzar una flecha más o menos acertadamente a su cuerpo, intentar asalatar las murallas del Castillo donde vive. Fracasar, seguramente, una y otra vez.
Formas de fracasar hay muchas y cada uno de nosotros debe experimentar con las propias. El binomio éxito-fracaso o ganar-perder parece que es uno de los fundamentos de esta sociedad tan competitiva e individualista en la que nos movemos. Los juegos siempre han sido un modo de aprender, de relacionarse, de construir conocimiento. Los situacionistas hicieron de él uno de los ejes básicos de sus propuestas, pero los juegos que planteaban eran cualitativamente distintos de los que hemos aprendido, donde hay una exaltación, un poso de competitividad y mercancía. Los situacionistas plantearon unos juegos donde no existiera el elemento de rivalidad derivado de la economía capitalista, donde la competición dejara paso a la relación social y se diluyera la barrera entre juego y vida cotidiana. El juego era concebido como creador de experiencia y un realizador de los deseos subjetivos del individuo, era una forma de enriquecerse y desarrollarse en la alienante vida diaria. Era un “medio para no reducir toda nuestra experiencia vivida a la producción y consumo de mercancías”.
Ya desde Dadá, se cuestionó el hecho de la producción de objetos estéticos, ya fuera con el Ready-made, o con el hecho de reinterpretar y reutilizar lo que ya había sido producido. Crear no era la cuestión, la cuestión era relacionar, establecer vínculos entre las cosas o las ideas ya existentes. Para ellos el arte era la invención de nuevas formas de actividad, no de mercancía.
El problema es cómo podemos alejarnos de la inmersión en el capitalismo a la que estamos sometidos y cómo podemos producirnos, construirnos a nosotros mismos. Cómo podemos centrarnos en el sujeto y no en los objetos. Hemos, inevitablemente, de empezar a crear nuestras propias circunstancias, nuestro propio contexto donde poder desarrollar nuestra propia subjetividad. Hemos de construir nuestras propias situaciones, nuestro propio tiempo y espacio.
Para los situacionistas la ciudad era el lugar contemporáneo donde el individuo podía desarrollarse. Los mail artistas han sabido engrandecer el territorio de aprendizaje por medio del correo y otras formas de relación y crear toda una serie de juegos que cuestionan el binomio fracaso-éxito, que los privilegian frente la inmersión neoliberal.
Sin embargo, el tiempo pasa y estos juegos (establecidos la mayoría de ellos ya hace muchos años) se han enquistado en un cierto conformismo, en una cierto acomodo que busca más el reconocimiento mediante fórmulas ya muy conocidas y utilizadas que el riesgo de aventurarse en nuevas propuestas.
Creo que hemos de elevar un grado los juegos a los que jugamos, creo que los nuevos juegos deben ser radicalmente subjetivos y han de proporcionarnos elementos para la construcción de nuestra propia vida, una vida que comporta inevitablemente un desafío al paradigma social y cultural dominante.
Estos juegos deben procurar implícita o explícitamente subordinar la mercancía al deseo, y pueden hacerlo de dos formas distintas: o bien destruyendo esa mercancía que cada vez es más omnipresente y constitutiva o bien subvirtiéndola para desenmascararla.
Estos nuevos juegos han de ser, irremediablemente y como corresponde a los nuevos tiempos, totalmente salvajes.
Algunos juegos a los que ya hemos podido jugar:

> Añadir y pasar y/o Añadir y retornar.
Se trata básicamente de construir una cadena. Una cadena que puede ser de ida y vuelta o infinita. Un primer artista envía a uno o varios de sus contactos una imagen, un texto, una obra inacabada, para que el otro la complete y la retorne; o para que siga viajando de artista en artista. Cada uno de ellos dejará su huella en el papel.
> ¡Que yo no soy yo, que me dejes tu nombre te digo!
Gracias al Neoismo (movimiento artístico de los años 80) se divulgó el concepto de nombre múltiple, denominado también nombre abierto, que no es ni un seudónimo ni un heterónimo. El nombre múltiple es un nombre que cualquiera puede adoptar para realizar algún tipo de acto anónimo. Es un contenedor vacío que puede tener muchos y diversos habitantes. Uno puede utilizar a Chus Martínez, a Luther Blisset, a Karen Eliot o Monty Cantsin.

Es innegable la cantidad inmensa de seudónimos y personalidades inventadas que circulan por el Arte Correo. También, y consecuentemente, los fakes, hechos inverosímiles, fantasías de todo tipo, parodias y actos imposibles.
> Sellos de artista: franquea tu personalidad.
Son sellos hechos por artistas simulando las formas de un sello de correos ordinario pero con imágenes y mensajes propios y personales. Intentan producir cierta confusión y perplejidad en el mundo oficial y burocrático que es el correo postal. No tienen ningún valor oficial.
Suelen haber muchos coleccionistas, dentro del mundo del Mail Art, de este tipo de filatelia paródica.
> Tu buzón es un museo.
El papel del museo queda totalmente cuestinado por el Arte Correo. El Museo de arte contemporáneo es una caja blanca donde se etiqueta el arte y donde se crea un Canon, que establece unas categorías estéticas. Aquello individual, el gusto y la subjetividad quedan relegadas por el peso de la académia.
El Arte Correo ignora el Museo porque tiene un circuito propio, internacional, múltiple, variable, subjetivo… El Museo es sustituido por el Archivo. Cada mailartista posee un archivo propio, individual y único, también irrepetible que podemos considerar como un Museo personal e inestable. La proliferación de archivos personales, individuales cuestiona el Canon académico y propone otras consideraciones y categorías. Asimismo, implícitamente, desjerarquiza el arte y a los artistas, pues no hay jurados, ni seleciones, ni dinero de por medio.
>Poesía Visual: un idioma universal.
Es un tipo de poesía que rehuye el texto para jugar con las imágenes. Es muy frecuente en el Arte Correo por la inteligibilidad y universalización que proporciona al contenido y al mensaje. Es un buen idioma común para relacionar a practicantes de distintas lenguas.
A título personal pienso que ha tenido tanto éxito que se ha convertido en un género propio, con su reglas no escritas pero bien definidas. Sin embargo, creo que también, precisamente por convertirse en un género, ofrece síntomas de cansancio, agotamiento y de redundancia.
>Trashpo: poesía desde el residuo.

Es este un tipo de poesía que yo hasta hace poco desconocía (al menos como una entidad propia) pero que veo que se practica con fuerza. Se trata del envío de poemas hechos únicamente con deshechos y basura.
Ha habido, y he participado, en algún Karnival internacional dedicado solo al Trashpo.
>¡Publicad, publicad, malditos!
Las publicaciones y el tipo de publicaciones en al Arte Correo son infinitas. Algunas beben de Fluxus, otras del Punk o el Industrial. Las hay con formatos imposibles, las hay que no tienen formatos, las hay en papel, en plástico, en cartón, transparentes. Revistas especializadas en Poesía Visual, en Escritura Asémica… Las hay metareferenciales, que hablan del propio Mail Art, las hay objetuales, las hay ensambladas… una experiencia inabarcable.
>Escritura Asémica: escribir y no decir nada.
La Escritura Asémica, que podemos llamar también asemántica, no es propia del Mail Art aunque evidentemente se ha utilizado en todo tipo de envíos postales y obras artísticas. No entraremos ahora en la cronohistoria de este tipo de escritura, simplemente comentar que es un juego complejo, muy rico en posibilidades estéticas y simbólicas. Se trata, en mayor o menor medida, de crear una simulación de escritura que tense las relaciones entre signo y significado. Evidentemente, uno puede quedarse en la superficie y simplemente mostrar algo que parezcan signos lingüísticos, pero también puede adentrarse en una sintaxis, en una gramática construida con otras normas, con otras reglas.
Los significados implícitos de una Escritura Asémica pueden ser muy diversos, desde una preocupación estética hasta el reflejo plástico de la incomunicación.
>Escucha: Envíame también tus sonidos.
Al igual que en el Arte Correo se intercambian comunicaciones estéticas de carácter visual, también se hace lo mismo con las piezas sonoras. Este tipo de permutas y acciones tuvo su clímax en los años 80, gracias a la proliferación de las casetes, que facilitaron la grabación y difusión de músicas alternativas. Actualmente los netlabels han ocupado ese lugar de difusión de las otras músicas y los envíos postales con contenido acústico han dejado prácticamente de existir.
He de remarcar que hay artistas que se siguen moviendo en el ámbito sónico y no han renunciado al intercambio y a la acción del Arte Correo. Un ejemplo paradigmático es el caso de “Mute Sound” comandado por Pedro Bericat.
Prospección para un futuro inmediato:

Estos son algunos de los juegos a los que podemos, y seguramente, hemos jugado ya. Algunos de ellos ya tienen muchos años y deberían renovarse. Los mail artistas deberíamos estar comprometidos, no solo ha jugar a los juegos que ya han sido aceptados por todos y están más o menos normalizados, sino a crear nuevos juegos que nos permitan forzar las situaciones. El Arte Correo trata de establecer permanente o provisionalmente relaciones entre sensibilidades e intereses. Estas cambian con el tiempo, no son inmutables. El Mail Art, como vehículo que es de esas inquietudes, debe también cambiar, mutar pero sin renunciar a transformar a la vez la realidad que nos circunda.